Es que los pasos a nivel en nuestra ciudad y alrededores son algo así como resabios atávicos, desconocidos en la gran mayoría de las ciudades del mundo desarrollado.
En ellas el ferrocarril, medio de comunicación eficaz y esencial, llega al pleno centro bajo nivel o sobre el mismo, pero nunca a igual nivel que el tránsito peatonal o vehicular.
El no cruzarnos a diario con los ferrocarriles traería inmensos beneficios: el más importante, evitaría los cientos de vidas que cada año cercenan los trenes. Pero también acabaría con una permanente causa de congestiones de tránsito, pérdidas de tiempo injustificables, traducibles en pesos, y una causa permanente de irritación y stress de los conductores , que a veces los impulsa a trasgresiones y accidentes fatales.