La sangre fluye, se mueve, bombeada por el corazón y el milagro de la vida se mantiene sin problemas ya que cada célula de nuestro cuerpo recibe el oxígeno y los nutrientes que hacen posible el metabolismo celular y entrega las toxinas para desecho que se liberarán oportunamente fuera de él. Sin embargo, algunas veces, se presentan problemas de circulación. Progresiva, o abruptamente, algo pasa y alguna vía comienza a taponarse, su diámetro disminuye, la sangre no fluye como siempre, el tránsito de nutrientes y oxígeno se complica. Los síntomas de que algo anda mal no tardan en manifestarse. Alguna parte del cuerpo deja de funcionar y el organismo enferma.
Puede resultar extraño comparar el sistema circulatorio del cuerpo humano con el sistema del tránsito. Sin embargo, se parecen bastante. Las vías de circulación vehicular, calles y rutas, cumplen la función de conectar, como las venas y arterias, distintas partes de un territorio habitado por gente que necesita nutrirse, intercambiar productos, llevar y traer, para hacer posible la vida de cada uno, el equivalente a cada célula del cuerpo. Ahora bien, estas vías de circulación pueden ser adecuadas o no para el fluido tránsito de personas y productos de cada día. Pueden presentar problemas porque algunos obstáculos disminuyan el espacio de circulación, por ejemplo, vehículos estacionados o detenidos, arreglos, etc., o porque, la cantidad de elementos que circulan sea mayor cada día, para un espacio que casi nunca puede agrandarse, lo cual comenzará a alterar la circulación.
¿Qué puede hacerse para mejorar la circulación? Reducir en todo lo que sea posible las situaciones de estrechamiento de las vías, ordenando el tránsito, impidiendo o limitando el estacionamiento, sobre todo la carga y descarga, fuera de las horas pico. También ordenar y limitar el tránsito pesado o de carga. Para ello resulta imprescindible incrementar los controles y ser efectivos en las sanciones a los infractores, situación que en nuestras ciudades se muestra deficitaria.
También ayudará disminuir la cantidad de vehículos circulantes. Esto último sólo se logrará brindando a la población la posibilidad de movilizarse por medios de transporte público masivo eficientes. El ideal, para las grandes ciudades, es el tren subterráneo en combinación con un transporte colectivo y ferroviario, confiables. Los carriles exclusivos para el transporte colectivo, el ordenamiento de la red vial identificando las prioridades de circulación según el tipo de uso del suelo, la construcción de centros de transferencias de cargas contribuyen al mejoramiento, pero siempre que todas las medidas se planifiquen en forma “integral” y en el marco de un diseño urbano racional. No existen las soluciones parciales. Los resultados de las medidas aisladas suelen ser, en general, negativos. Ya que, cuando se reduce u obstaculiza una vía de circulación, los que transitan lo hacen por vías aledañas, o sea, el problema no se resuelve sino que cambia de lugar.
Cuando se observa el estado caótico y colapsado del tránsito, el deterioro de las vías de circulación de la ciudad, con vehículos pesados circulando por todas partes, con obras de repavimentación dispersas, con centros de transferencia de pasajeros como Constitución, en estado de abandono y con la expansión de la red de subtes paralizada y ni miras del soterramiento de ferrocarriles, se comprende la siniestralidad. En este último año murieron en la ciudad de Buenos Aires entre 3 y 5 veces más personas que en Madrid, Barcelona o París. Más allá de las promesas, la situación vial metropolitana es crítica y clama acciones serias y coherentes para sanear el sistema y salvar vidas.