Una nota publicada el día de hoy, en un matutino capitalino, estima que hay unos 4000 motociclistas y ciclomotoristas que trabajan como repartidores en la ciudad de Buenos Aires. El presidente de la asociación que los agrupa, Mutual de Cadetes, Motociclistas y Empleados de Mensajería, se lamenta de que “no tienen una ley laboral ni de tránsito que los contemple”. Esa expresión, especialmente en su segunda parte, resulta muy significativa, habida cuenta de que la ley Nacional de tránsito los incluye y tiene disposiciones inequívocas en torno al respeto de todas las normas de tránsito, tales como el uso de cascos, el respeto al sentido de circulación, al semáforo en rojo, uso de luces, etc. Todas cuestiones de suma importancia para la protección de todos los usuarios de la vía pública, comenzando por ellos mismos. Sin embargo, por alguna razón, ellos no se sienten incluidos. Y el comportamiento de la mayoría confirma esta creencia.
Probablemente, la mirada hacia otro lado de las autoridades de control, policía de tránsito,alimenta esta creencia, ya que aún en los “escasos” controles que se realizan, los ignoran, pensando, tal vez, que así los benefician. En realidad sólo están contribuyendo a que esta situación de precariedad laboral e inseguridad se perpetúe. El día en que los repartidores no lleguen de vuelta al comercio para el que trabajan porque los paró la policía y les impidió circular porque no tenían el casco, o licencia de conducir, los patrones comenzarán a comprender que deben contratarlos con otras reglas. El día en que los multen por circular de contramano, estos jóvenes comprenderán que les conviene más perder algunos minutos, que perder la plata que ganaron en una multa. Y así, tal vez, empiecen a entender que su vida tiene el mismo valor que la de los demás. Pueden hacer falta más reglamentaciones específicas, pero las leyes que ya existen los incluyen también a ellos. Y de las autoridades depende que ellos entiendan que es por su bien y las respeten.