Hace un par de días pedí un taxi, haciendo especial hincapié en que trajese apoyacabezas y cinturones de seguridad; lo que no imaginé es lo que sucedería luego: rápidamente subió temerariamente la velocidad, y ante mis gritos y protestas, cruzó una avenida en rojo, habiendo alcanzado los 90 Km/h.
Experiencias semejantes vivimos los porteños a diario, muchísimas también en los colectivos, donde nuestras vidas penden, muchas veces, del mensaje por celular que escribe el chofer mientras conduce o de su habilidad o suerte al pasar los semáforos en rojo.
Difícilmente la significativa disminución de actas de infracción labradas este año a los choferes “profesionales” pueda ser atribuida a una notable mejoría en su forma de conducir.
Daría la impresión que en los hechos se está otorgando un nuevo privilegio a los taxistas, extensivo a los colectivos que clamaron por privilegios semejantes, en detrimento de la seguridad vial de todos los ciudadanos, y de su igualdad ante la ley..
No fue suficiente con que los carriles “exclusivos” para colectivos se les brindasen a los taxis, aún para los vacíos. Tampoco haberles delegado la reeducación vial de los infractores graves, hoy en manos del Sindicato de Peones de Taxis junto con la U.T.A, ¡quienes dictan las clases de reeducación vial!
Luego fueron bendecidos con un nuevo privilegio: cometer todas las infracciones que quieran poniendo en peligro la vida de todos, sin tener que pagar ni un peso por ellas: las multas quedan saldadas con viajes para el Ministerio de Desarrollo Social, al desigual pago de $ 1.000 de multa con tan sólo dos horas de servicios.
.
Este trato discriminatorio con respecto al conjunto de la ciudadanía, que además sufre en la calle las permanentes transgresiones a la seguridad vial de los “profesionales” choferes de colectivos y taxistas, desnuda nuevamente, más allá del enorme poder de lobby de algunos sindicatos, la falta de convicción y coherencia de nuestras autoridades con respecto a la seguridad vial de nuestra ciudad, por lo cual cabe preguntarse si los anuncios diarios de nuevas medidas no son más una estrategia mediática que un plan para cambiar la triste realidad de los muertos y heridos en el tránsito.