Era un atleta campeón, lanzador de jabalina, sabía de inercia, aceleración y velocidad más que la mayoría, pero sucumbió a la tentación de ir rápido con su moto y se mató. Braian Toledo, 26 años, circulaba el miércoles pasado por la noche por la ruta 40 en una zona urbana de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires y no habría visto el aviso de un nuevo reductor de velocidad, instalado por el municipio antes del cruce con la calle Monteagudo, ni respetado la velocidad máxima de 40 Km/h señalizada. El resultado fue trágico, tomó a tan alta velocidad el lomo de burro que salió volando con su moto para caer contra el asfalto, previo chocar con dos palmeras ubicadas a 45 m del reductor de velocidad, una de las cuales resultó arrancada de cuajo por el impacto.
Este tenía pocos días allí, instalado justamente para reducir la velocidad en la zona, cercana a una escuela. Muchos vecinos ya habían notado que este reductor era demasiado alto. Tal vez sea así, sin embargo, los reductores de velocidad, llamados internacionalmente también policías durmientes, cuando están construidos acorde a las normas y bien señalizados con anticipación y en el lugar y debidamente iluminados, son herramientas muy valiosas para la seguridad vial al cumplir una importantísima función disuasiva permanente de la alta velocidad que pueden salvar muchas vidas, en especial de peatones, los más vulnerables en el tránsito.
Más allá de las evidencias en el lugar, las pericias deberán confirmar las causas del siniestro y de su muerte, tanto en lo que se refiere a la velocidad a la que circulaba, y si lo hacía distraído, ya que no habría huellas de frenada en el lugar, así como si este lomo de burro está construido correctamente o pudo ser parte del problema en esta tragedia.
Braian era una promesa olímpica para Tokio 2020 y se esforzaba detrás de su sueño. Lamentablemente nunca sabremos si podría haberlo logrado.