Un hombre joven que cruzaba las vías distraído, murió en la mañana del viernes pasado, al ser arrollado por una formación del tren Sarmiento en el paso a nivel de Yerbal y Cuenca, a pocas cuadras de la estación Floresta, en la Ciudad de Buenos Aires. El trágico siniestro quedó registrado por las cámaras de seguridad del lugar (IMÁGENES SENSIBLES).
Aunque la imagen de la víctima se distingue lejanamente, puede verse, por sus movimientos, que comienza a cruzar sin mirar y ve al tren sorprendido cuando lo tiene prácticamente a su lado. La imagen también capta a un ocasional testigo del hecho, otro muchacho, que estaba detenido del otro lado de la vía esperando para cruzar, a quien se lo ve tomándose la cabeza, azorado y desesperado, frente a esta tragedia que ocurre ante sus ojos.
En la época que se anunció el soterramiento de este tren en Capital y Gran Buenos Aires, prometida su concreción para el año 2006, ya se contabilizaba al menos una muerte por día bajo las ruedas del tren. De la obra, nunca concluida, nadie habla. Hubo autos y colectivos arrollados, son miles de víctimas si contamos, solamente desde 2006. Se hicieron mejoras de vías y pasos a nivel. ¿Y el soterramiento del Sarmiento? Sigue esperando. Mientras las vías son manchadas con la sangre de quienes, distraídos o no, no tendrían que morir por esta causa. Las ciudades seguras no tienen, desde hace muchas décadas, pasos a nivel.
En el modelo actual de la seguridad vial las autoridades son responsables principales por la vida en el tránsito. Ellas deben arbitrar los medios y adecuar la infraestructura vial y urbana para que, si un error humano se produce, los daños sobre la vida sean mínimos. En el tema de la red ferroviaria, esta consigna es clara, en las zonas urbanas, las vías férreas deben ir por debajo o por encima de las de tránsito vehicular y peatonal, nunca al mismo nivel. Los pasos a nivel constituyen un anacronismo que facilita el error humano.
Además, al circular a otro nivel, lostrenes pueden hacerlo mucho más rápidoy sin interrupciones, con el consiguiente beneficio para el trasporte público masivo, además de menor contaminación sonora y ambiental, sin barreras y congestiones.
Hoy, seguimos llorando muertes evitables.