Maltratos y falta de seguridad que sufren los pasajeros
(Nota comentario publicado en La Nación Suplemento al Volante el sábado 25 de agosto de 2018.)
Tomar un taxi en nuestra ciudad puede significar un viaje a las cavernas de la seguridad vial, que comienza cuando al llamarlo el chofer planta el vehículo en medio de la calle o sobre la senda peatonal, que sigue con la observación que no hay cabezal de seguridad y que continúa cuando uno quiere abrocharse el cinturón de seguridad y no encuentra dónde abrocharlo. Entonces el chofer dice seguramente que “nadie lo usa”, pero que, si quiere usalo, busque debajo del asiento.
Como la última vez que viajé no estaba dispuesto a ensuciarme las manos para tener aquello que es mi derecho y seguro de vida en el vehículo, le pedí que lo extrajera él. Y ante sus reparos y negativa, me bajé del taxi bajo los atronadores reproches del chofer.
Estoy convencido de que existen taxistas ejemplares, pero yo no tuve suerte.
Me subí a otro, a quien tuve que pedirle, por favor, que bajara la radio, sintonizada en la estación que él -y no yo-, había elegido. La apagó, y empezó a darme una perorata sobre política y otros temas que tuve que soportar con estoicismo.
Avatares como estos, sufrimos todos los habitantes cotidianamente: calefacción o aire acondicionado no los prenden porque les reseca la garganta o les produce resfríos; la seguridad vial no es relevante, siempre dejada de lado desde el uso del celular o el VHF de los radio taxis o mirar el GPS mientras cruza un semáforo en rojo a toda velocidad, el zigzag en avenidas o el giro al lado contrario desde el carril opuesto, con el gravísimo riesgo que eso implica.
Y no está de más mencionar las numerosas “mafias” que se ocupan de decidir a cuál taxi se puede subir y a cuál no, o cual taxista puede trabajar o cual no, en aeroparque y muchas otras paradas, además de los aprietes a una incipiente competencia de Uber.
Lo que no termino de entender es eso que ellos mismos dicen, que el taxi es un servicio público: ¿para quiénes?
Dr. Alberto Silveira
Presidente