Si imaginamos las ciudades como un organismo vivo, podemos comparar el sistema circulatorio del cuerpo humano con el sistema del tránsito. Las vías de circulación vehicular, calles y rutas, cumplen la función de conectar, como las venas y arterias, distintas partes de un territorio habitado por gente que necesita nutrirse, intercambiar productos, llevar y traer, para hacer posible la vida de cada ser humano, el equivalente a cada célula del cuerpo. Ahora bien, estas vías de circulación pueden ser eficientes para el fluido tránsito de personas y productos de cada día o resultar insuficientes. Si no lo son, los problemas en el conjunto del funcionamiento urbano no tardarán en manifestarse: las personas y los servicios que estas presten, comenzarán a llegar tarde y mal. Habrá choques y problemas en el funcionamiento social con su consecuencia inevitable: mayor siniestralidad vial, muertos y heridos.
Podemos afirmar que el sistema del tránsito actual en nuestras ciudades está enfermo por diferentes razones. Muchos dicen que se debe al aumento del flujo vehicular pero no es solo eso. Las principales ciudades de muchos países, europeas, por ejemplo, han visto crecer año a año la cantidad de vehículos y, simultáneamente, han disminuido sus índices de siniestralidad. En nuestro país, se suman otros problemas que empeoran la situación, por ejemplo, por la falta de controles y accionar de las autoridades ante el estacionamiento indebido de vehículos que se incrementa cada día con vehículos detenidos en doble fila, que como si fueran placas de ateromas, achican el área de circulación disponible para albergar un creciente número de personas y vehículos. Los arreglos en calles y por servicios, sin coordinación, que se prolongan meses obstruyendo o impidiendo la circulación, en una movilidad anárquica y complicada por el incremento de ciclistas, motociclistas y patinetes eléctricos, y el aumento de distracciones, falta de señalización horizontal, etc.
Algunos tratamientos sistémicos eficaces
No existen las soluciones parciales. Si continuamos con nuestra analogía corporal, a juzgar por la siniestralidad vial, podemos asegurar que nuestro sistema de tránsito se encuentra grave. Y la atención de emergencia no está a la altura de las circunstancias, cuando se conocen, mejor que nunca, los tratamientos exitosos para su curación.
Lic. María Cristina Isoba