Editorial
Muchas veces los hechos de la
realidad son mucho más didácticos y ejemplificadores que las teorías y
afirmaciones científicas, de las cuales no vienen a ser nada más que
aplicaciones prácticas, pero para muchos más visibles y elocuentes: y así, la
muerte del cantante Rodrigo y su acompañante circunstancial Olmedo, se han
convertido en accidente y muertes emblemáticas, de las cuales todos los
argentinos tenemos mucho que aprender, especialmente de aquellas verdades que
sabemos, pero que no creemos que nos puedan ocurrir a nosotros.
Seguramente ni Rodrigo ni Olmedo ni ninguno de sus acompañantes ignoraban los
efectos protectores del cinturón de seguridad, ni la letal influencia del
alcohol en la conducción; es probable también que muchas veces hayan visto o
escuchado los mensajes de Luchemos en TV o radio con respecto a ambos temas, y
de haber tenido la oportunidad de preguntárselo, tengo la certeza que habrían
respondido que eran concientes, que sabían para que servía el cinturón de
seguridad, o que no había que conducir después de haber ingerido alcohol...
Como tal vez usted, en la convicción de que nada le va a pasar... hasta que
ocurre, aunque entonces ya es demasiado tarde.
Una vez más quedó demostrado que se muere por el solo hecho de no tener
ajustado un cinturón de seguridad en un vehículo, ya que sin lugar a dudas de
haberlo usado ambos estarían vivos y sanos. Pero que sepamos hasta ahora,
ninguna autoridad se decidió a cumplir con su obligación de controlar el uso
del cinturón de seguridad y sancionar a quienes no lo usan, pese a estas nuevas
muertes que corroboran una vez más sus beneficios.
También quedó demostrado con la muerte de Olmedo que es imprescindible usar el
cinturón en los asientos traseros.
También que el alcohol al volante mata, aunque ello no haya motivado ni a
las autoridades de la Pcia. de Buenos Aires ni de la ciudad homónima a realizar
controles de alcoholemia permanentes y sistemáticos.
Muchos pueden comprender ahora la eficacia que podría haber tenido para Olmedo
y también para Rodrigo, y para todos, aquello que decimos en nuestro aviso
institucional sobre alcohol: “si bebió y pretende conducir, negáte a viajar
con él”. Si Olmedo lo hubiese hecho, estaría vivo, y tal vez Rodrigo,
cuestionado por su invitado, habría desistido de conducir en su estado. De esto
podemos aprender todos los padres, e inculcarlo a nuestros hijos adolescentes,
cuando empiezan a hacer sus primeras experiencias subiendo en autos ajenos.
Pero en definitiva la gran pregunta es: ¿somos capaces de aprender de la dura
realidad? Somos realmente capaces de cambiar nuestra conducta en el tránsito?
¿Nos dicen algo, pero “vivencialmente”, las muertes de Rodrigo o Lady Di, o
el accidente que sufriera Alfonsín?